
En el blog pasado vimos un poquito sobre lo que ha sido el mueble a lo largo de la historia, y como ahora rebasa la idea de ser únicamente funcional, idea que se dejó hace ya rato, por cierto.
Hoy en día cuando hablamos de hacer muebles en el ámbito del diseño o interiorismo, buscamos crear un reflejo de la visión del cliente, no solo llenar un espacio por llenarlo. Con muchos factores alterando como se pueda sentir un espacio, aquello que interactúa con quien lo habita se convierte en participe de una dinámica que a mí me gusta llamar casa. Y seguramente a más de alguno que nos lee, le pasa que, al hablar de hogar o casa, pensamos en un espacio que nos permita ser, en la máxima expresión de la palabra.

¿Y qué tiene que ver lo artesanal con esa sensación de casa o eso de permitirme ser?
Así se crea o no en la idea de que los objetos tienen alma o una especie de energía propia, es imposible negar que lo hecho a mano o de forma artesanal tiene una conexión especial con nosotros.
Fuera de ondear la bandera del “Arts and Crafts” y poner a pelear a lo artesanal con la producción en serie, se habla de muebles artesanales no solo en el sentido técnico de quien lo crea, un mueble artesanal es una declaración de principios, elegir un mueble u objeto artesanal es elegir la integración generacional del conocimiento, resultando en una elección con un peso totalmente desequilibrante a la par de escoger únicamente por un tema estético o funcional.
Y todos sabemos que aquellas decisiones con mayor peso terminan convirtiéndose en parte de nosotros, eligiendo algo que nos pueda acompañar y crear historias por sí solo.

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